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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

1
Nov
2017

Dios sabe más

3 comentarios
cruz

En muchas ocasiones, la manera de morir suele ser un reflejo de la vida que hemos llevado. Esto es claro en el caso de Jesús: muere amando; y amando de tal forma que su última palabra, según el tercer evangelista, es para perdonar a los que le asesinan. Su modo de morir es el perfecto reflejo de lo que ha sido su modo de vivir. El primer mártir cristiano, Esteban, también muere de forma parecida. Sus últimas palabras son una oración al Dios bueno para que “no tenga en cuenta” el pecado de los que le matan.

Conozco distintas historias de personas cristianas, de algún padre de familia o de alguna religiosa, que han dejado muy clara su esperanza de una vida gloriosa pidiendo que, en vez de una Misa de funeral, se celebrase una Misa de gloria y de acción de gracias. Un buen sacerdote me contó que una vez celebró esta Misa de gloria en vez del funeral, con escándalo de alguno de los asistentes, pero con el agradecimiento de la familia.

La última historia que me han contado es la de una muchacha de 17 años, una buena cristiana, consciente de que su enfermedad no tenía remedio humano, y cuyas últimas palabras fueron: “Dios sabe más”. Estas palabras me las ha contado una de sus amigas, emocionada y edificada. Hay palabras que, dichas en determinados contextos, dejan a los oyentes pensativos y llaman a conversión.

Morir no debe ser fácil, como tampoco lo es vivir. Pero, en el seguimiento de Cristo, la vida y la muerte se santifican y adquieren nuevo sentido. Se puede vivir y morir sin miedo a la vida y sin miedo a la muerte.

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anónimo
1 de noviembre de 2017 a las 18:41

Cruz sin nombre

a ras de tierra
blanco hábito como sudario
sobre una tabla de madera
pies desnudos

rostro ante el Rostro
oculto
la cogulla cerrada
mirada
en la Mirada

Tres días
Tres
giran los monjes
alrededor del cadáver
en oración continua
y al tercer día
depositan el cuerpo inerte
en las entrañas de la tierra

Una cruz sin nombre
Silenciosa y muda
sobre la tumba
una más del cementerio

Sin nombre
porque el nombre en Letras de Luz
inscrito en el Libro de la Vida
Es pronunciado eternamente

La memoria
no es un cuerpo inerte bajo tierra

La memoria Vive
nombre
En el Nombre

c.m.c.

Los cartujos, tras las exequias, celebran el traspaso a la casa del Padre del monje fallecido, y la vida compartida, tomando chocolate en el refectorio. La despedida reflejo de la vida. La comunión, eterna.

Solidaridad y afecto a quienes viven el duelo, el dolor de la ausencia de seres queridos.

Mil gracias P. Martín por su serena y esperanzada reflexión.

Hormias
2 de noviembre de 2017 a las 17:18

Excel ente como todos los suyos fray Martín saludos fraternales

Emilio
6 de noviembre de 2017 a las 11:34

Tema duro el de la muerte, quizás el más terrible, sobre todo cuando se trata de niños o personas jóvenes, y que pone a prueba nuestra fe.
La última frase del artículo me ha recordado una "anécdota" que me contó mi tío hace muchos años sobre Santo Domingo, por lo que ruego a frai Martín que me corrija si no es cierta o no la cuento del todo bien.
Cuentan que estaba un día jugando una partida (creo que de ajedrez), cuando el otro jugador le preguntó: ¿Que harías si te dijesen con certeza que vas a morir en una hora?.
Entre las muchas respuestas que podía esperar oír, Santo Domingo le contestó con la única que no se le había pasado por la cabeza: "Seguir jugando al ajedrez".
Muchas veces en mi vida he pensado en el sentido de esta actitud, y creo que con la sencillez de un gran Santo, estaba diciendo que caminando junto a Dios, fiándonos de Él, de su amor y su promesa de salvación, se puede "vivir y morir sin miedo a la vida y sin miedo a la muerte".
Un abrazo a todos.

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