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Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

9
Jul
2015

Dios no explica el mal pero implica

8 comentarios

Karl Marx hablaba de la religión como “opio del pueblo”. En una de mis lecturas me encontré con la expresión “eutanasia del cristianismo”, para referirse al uso que, en ocasiones, se hace de la religión y, más en concreto, del cristianismo, como falso consuelo frente a la desgracia. Decir, por ejemplo, que los sufrimientos son “una prueba que Dios nos envía”, quizás resulte consolador en algún caso. Pero en muchos otros puede conducir a la rebeldía contra un Dios que se complace en el sufrimiento. Cosa distinta es que a Dios se le pueda encontrar en las pruebas. Pero Dios no se da a conocer mediante las pruebas. Cierto, el sufrimiento es consustancial a nuestra finitud. No somos dioses. Somos seres limitados. El reconocimiento de que no somos dioses, puede ayudar a fijar nuestra mirada en el Dios verdadero.

Ante el mal hay pocas respuestas. Más aún, la búsqueda de respuestas puede ser un modo de justificarlo. Mirando a Jesús tampoco encontramos respuestas. Ante el mal solo cabe la rebelión, el desacuerdo y la lucha. La parábola del juicio final de Mt 25 se refiere a personas que han sufrido mucho, por culpa del hambre, de la injusticia, de la persecución, de la enfermedad o de la falta de cobijo. La parábola descubre el secreto escondido en esas personas. Cuando las encontramos, es Dios mismo quien sale a nuestro encuentro y reclama nuestra respuesta. Pero el “conmigo lo hicisteis”, no explica ni el sufrimiento ni sus causas, aunque subraya que Dios está en el sufrimiento y que siempre se le ha de buscar junto a las víctimas. El Dios cristiano no explica nada, pero implica.

No conviene acostumbrarse ante la desgracia ajena. A veces jugamos con las palabras para atenuar la brutalidad de los hechos: ya no hay ciegos, sino invidentes; ni sordos, sino oyentes con dificultades; ni inválidos, sino discapacitados. Este modo de hablar me parece legítimo si con ello pretendemos “integrar” en una vida lo más normal posible a las víctimas del sufrimiento y no reducirlas a su dificultad. Pero esto no puede ser una manera de negar la realidad. Cuando uno se acostumbra a la desgracia, deja de indignarse. Y si metemos a Dios en nuestro discurso sobre la desgracia, que sea para implicarnos más en nuestra solidaridad con las víctimas.

Una última reflexión, precisamente sobre Dios y el sufrimiento. A veces, hablando de “hacer teología después de Auschwitz” se ha llegado a hablar de un Dios débil e impotente. Pero entonces, ¿no estamos también anulando la fuente de la esperanza? Más que de impotencia de Dios habría que hablar de vulnerabilidad, pero dejando claro que un Dios vulnerable puede desarmar al mal. Este Dios es poderoso. Un Dios que solo se compadece, deja la última palabra al mal. ¿Qué esperanza le quedaría al ser humano si lo único que hiciera Dios fuera unir su sufrimiento al del humano?

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Marieta
9 de julio de 2015 a las 17:23

Querido Padre Martín, ¡cómo me ha gustado tu reflexión!
Desmontas lo de aceptar "sin más". Aquello que nos decían de "sufrir con paciencia". Es verdad que Dios no nos envía las pruebas, pero en ellas solo podemos ver a Dios si sondeamos nuestro corazón. Si podemos ver nuestra respuesta tanto ante nuestra limitación como a la del posible causante.Ver si somos capaces de no devolver mal por mal. O ver si es posible la lucha "contra el mal", no contra el causante, si lo hay. Porque el mal existe. Y duele.
Y el encuentro con Dios mismo en el desposeído, el pobre, en la víctima, por la misma identificación con el que no se reserva nada, el que carga con todo, el que asume la insignificancia. Porque quien no se reserva nada es el que tiene el corazón limpio, el que no juzga, el que para el golpe.
A punto de volver a Auschwitz me guardo tus palabras, porque me ayudarán a contener la indignación y la rabia, porque Él estaba allí, con ellos.

Calimandroco
9 de julio de 2015 a las 17:47

Es cierto que creemos en el Dios que vence al mal, pero esto a veces para que es sólo en la realidad ultraterrena ¿No hay esperanza en esta tierra?

Luciana
9 de julio de 2015 a las 19:39

Querido P.Martin:cuántas cosas podríamos comentar a tu reflexión.Siempre he oido que" Dios no quiere el mal,deja libre al hombre,al final cada uno recibirá su premio o castigo,dará a cada uno según su conducta.Pueden influir en el hombre tántas causas¡ en qué hogar se ha nacido,qué educación se ha recibido,qué suerte se ha tenido en la vida,pobreza o riqueza,compañías etc. Hay almas que han recibido una gracia especial,la de entregar su vida por la intercesión de los mas desgraciados:los ateos,las ideas ,contrarias a la creencia en Dios etc.Estas personas intercesoras oran a Dios por sus hermanos los hombres:los fatalistas,los desgraciados física y moralmente.Jesucristo en los años de su vida mortal,los sanaba,los perdonaba,los compadecía,no los condenó jamás,rogaba a Su Padre,hasta entregar su vida por todos.Estas almas sufren y oran,interceden por las fatalidades que conlleva la vida,siguen creyendo en Dios Misericordioso.En los tiempos en que vivimos todas estas reflexiones quedan desfasadas,son un mito,no hay Dios los Monasterios de almas orantes se cierran porque ya no hay vocaciones a esta vida,el mal existe,la frase de Benedicto XVI en su despedida nos interpela" el mundo lo gobierna satanás",el hombre actual ha elegido este camino.

Anónimo
9 de julio de 2015 a las 22:42

¡ Qué paradoja, P. Martín ¡ :” Un Dios vulnerable puede desarmar el mal”. Como la paradoja que Evo Morales ha regalado a Papa Francisco : Un Cristo crucificado en un madero con el símbolo de la hoz y el martillo. Un Cristo vulnerable que desciende a la negra sombra del totalitarismo, llámese Auschwitz, o comunismo, y desarma el mal. Luis Espinal el jesuita asesinado tres días antes que el Beato Romero de América, por otro totalitarismo, plasmó en este madero paradójico, el sufrimiento de las víctimas.

La vulnerabilidad nos hace empáticos con el sufrimiento del otro. Nos hace plenamente humanos . La vulnerabilidad de la no violencia, quiebra la espiral del mal. Paradoja de un Dios vulnerable.

Wilson Rodríguez
13 de julio de 2015 a las 01:57

Para hablar del sufrimiento, primero hay que renunciar a la etiqueta de cococola que lleva nuestro ego:"primero yo,segundo yo, tercero yo, y si queda algo para los demás".Cuando se renuncia al endiosamiento, aparece la prioridad del Reino de Dios sobre nuestros pensamientos, afectos y voluntad.Despues de Auschwitz,no se podría creer en Dios. Pero hay un hecho que cambia toda ésta afirmación.Es Ediith Stein, que siendo monja perseguida por los nazis, no se ocultó y se ofreció libremente al holocausto.Se requiere fe concreta, este trasteo ontológico, para acoger a San Pablo cuando susurra:"los sufrimiento de este mundo,los tengo por nada ante la gloria futura que se nos ha de manifestar".Es esencial llevar en si, la autorrevelación primera del Dios vivo,su existencia en la historia, para reconocer la supremacía del mártir sobre el verdugo que sea.No es por sublimizar, pero nos atrae más el sufrimiento de los inocentes que la maldad de los instrumentalizadores.Son ellos, los crucificados con Cristo, quienes interceden por nosotros.Ante la invasión temible del mal batallador, es apremiante reconocer, que quien no renuncia a Satanás, se hace cómplice de él.

Adrián Aguilar Godínez
4 de septiembre de 2022 a las 13:29

Dios, en la persona de Cristo Crucificado, nos reveló de manera definitiva el mal en sí mismo y todas las consecuencias del mal, encarnadas en la persona de su Único Hijo, y este Crucificado, quien asumió el mal cometido por nosotros y pagó, al más alto precio, con la entrega de su vida a su propia pasión y muerte, la reparación del mal cometido por todos y cada uno de nosotros.

Mirarán al que traspasaron, al varón de Dolores y familiarizado con el sufrimiento.

Solo en Cristo Crucificado, puede el hombre conocer qué es y cuán grande y perverso y destructor es el mal cometido por cada hombre y la humanidad, a los ojos de Dios.

Sólo Cristo salva !!!
Solo Cristo asumió como propio y transformó el mayor de los males del hombre en el mayor de los bienes, para siempre
... haciéndonos hijos de un mismo Padre y Madre, para siempre,
... haciéndonos hermanos en Cristo y su Iglesia para siempre, para siempre,
... haciéndonos templo e instrumentos del Espíritu Santo, para siempre,
... haciéndonos comunidad fraterna y solidaria de la Santísima Trinidad, para siempre
... en lugar de dejarnos ser enemigos del Padre y de María, de Cristo y su Iglesia, del Espíritu Santo y la Trinidad, para siempre

Si la eutanasia del cristianismo consiste en creer en un Dios sin Cristo,.y este Crucificado..entonces, la resurrección del cristianismo consiste en vivir a Cristo Crucificado para conocer al Dios de Jesucristo Resucitado.

El cotidiano encuentro y la permanente
comunión y la creciente simbiosis y solidaridad con Cristo Crucificado, es el camino para descubrir y comprender y aborrecer y combatir el mal en si mismo y en nosotros y sus consecuencias en si mismo y en cada uno nosotros, con los ojos del corazón de Dios Padre, devDios Hijo, de Dios Espíritu Santo, de nuestra bellísima y Santísima Madre y Maestra María, de todos los Ángeles, Apóstoles, mártires y Santos, e incluso, a los ojos del corazón de los fieles difuntos, de las almas del purgatorio y de las almas de los condenados, para que nosotros, en vida, no dejemos de ser fieles a Cristo hasta la muerte y muerte de cruz, mientras caminamos peregrinos en este mundo, con júbilo, en marcha, rumbo a la Casa del Padre

El mal, por si mismo, no tiene definición.
El mal, es la privación de un bien debido.
El mayor mal, es la privación del amor de Dios en la propia vida, para siempre, como el Malo.
Y de ese mal, el.hombre nompuede salvarse por sus propias fuerzas.
De ese mal, solo Cristo Crucificado a través de su Cuerpo Místico, puede salvar al hombre que coopere con la gracia
Bendito sea Dios !!!
Alabado sea Jesucristo !!!
Ven Espíritu Santo !!!
Madre mía, líbranos del Mslo !!!

Padre Martín Gelabert Ballester OP, mil gracias por compartir nos sus excelentes artículos. Me hacen mucho bien. Dios NS se lo premie. Y mil gracias por permitirnos compartirle nuestra retroalimentación.

Saludos desde Durango, México
Su amigo y hermano en Cristo y María
Adrián

juan garcia
4 de septiembre de 2022 a las 15:45

Desde el punto de vista de la razon, me resulta mas facil definir
y entender el bien que el mal. El bien es lo positivo del ser, y el mal es lo negativo, la nada. Pero como llamarle al dolor de muelas? (mal fisico), la transgresiones de las leyes naturales? (mal moral). Para el creyente, tanto el mal fisico como el mal moral, son males reales; para el no creyente pensante, el mal no existe; y para el no creyente a secas, el filosofo, el mal es parte de ser finito, ser hombre o mujer.

La Encarnacion del Senor, en la Persona de Jesus, nuestro Redentor, vino a saldar cuentas del genero humano y asi lo consideramos los creyentes;los no creyentes no ven la necesidad de un redentor, pues es natural al ser humano el ser defectivo y limitado. Dios no es el autor y la causa de nuestros males. Nosotros, creyentes o no creyentes, incultos o filosofos, somos los responsables del mal.

Paco oeña
5 de septiembre de 2022 a las 21:23

Qué resultados se generan sin esfuerzo y esperanza? Qué músculos no se equilibran y fortalecen sin el sano ejercicio? En esta vida su experiencia nos hace estar contentos pero también llorar a veces; un sino existencial que conduce a quienes mantienen la esperanza de su aventura en una plenitud creyente. He ahí nuestro misterio.

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