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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

23
Dic
2010

Dios menguante

4 comentarios

El jesuita y poeta británico Gerald Manley Hopkins, reflexionando sobre la escena de la natividad en Belén, habló de “la menguante infinidad de Dios… menguante hasta adquirir forma de bebé”. Menguante es el signo que se nos da para reconocer al Salvador. No encontramos a un Dios infinito, sino a un bebé recostado en un pesebre. Tenemos un Dios que mengua, se abaja, decrece, se contrae para poder habitar entre nosotros. Y dentro de nosotros, pues Dios toma carne y vida humana en cada ser humano.

Eso no significa que Dios sea débil o impotente. En la pasión de Cristo, anticipada en el pesebre de Belén, Dios se presenta vulnerable e indefenso. Pero hay modos de ser vulnerable y de estar desarmado capaces de vencer al mal con más eficacia que toda la fuerza bruta del mundo. Al mal solo se le puede vencer con el bien, y a la violencia con la no violencia, pues si se intenta vencer con el mal o la violencia, sólo logramos multiplicar el mal y la violencia. Poder no es usar la fuerza, sino capacidad de producir el efecto deseado. Tiene poder el que logra sus objetivos. El objetivo de Dios es reconciliar, en la paz y en el amor, a todos los seres humanos entre sí, y reconciliar a los hombres con Dios. Y eso solo puede lograrse desde lo que, a los ojos humanos, puede parecer debilidad. En la humildad del pesebre y de la cruz, Dios manifiesta un poder capaz de unificar todas las cosas y atraerlas hacia él (cf. Jn 12,32). Manifiesta también un amor que se entrega sin pedir nada a cambio.

El misterio divino del Mesías, según la carta de san Pablo a los filipenses, no es el de un Dios que quiere ser Dios a toda costa, sino el de un Dios que deja lo suyo para hacerse como el más pequeño de los humanos, como el último, como el esclavo. Esta imagen de un Dios menguante y vulnerable choca con la concepción de poder que se tiene en este mundo. Este mundo no está preparado para escuchar la noticia de que un amor vulnerable puede ser efectivo, el más efectivo.

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Juanjo
23 de diciembre de 2010 a las 09:54

“Lo débil del mundo ha escogido Dios para confundir a lo fuerte”.
Muchas veces tengo la impresión de que nos revelamos a la idea de que Dios tenga que ser “débil” no podemos aceptar a un Dios que hable y actúe desde la más íntima intimidad de cada hombre. Preferimos a un Dios que nos soluciones las cosas desde el exterior, desde su Omnipotencia, que nos muestre su poder actuando a través de causas segundas ¡Para eso es Dios!. Todopoderoso.
¿Hemos reflexionado adecuadamente sobre su nombre? Enmanuel; “Dios con nosotros”. No el dios lejano. No un dios de las alturas, en el cielo, exterior. Dios entre nosotros, en nosotros, lo más íntimo a nuestra intimidad. Y por tanto si hace algo es contando siempre con nosotros. Dios entre los pobres, entre los inmigrantes, entre la cola del paro, entre marginados, entre las rejas de la cárcel, Dios con los que son rechazados, con los que no cuentan.
Ese es Dios. El Dios compasivo. El que es capaz de devolver la dignidad a quien otros hombres se la han arrebatado. “Los ciegos ven, los cojos andan y los leprosos quedan limpios” Sí; ¡eres tan digno como cualquiera! pero otros hombres somos capaces de quitar la dignidad pervirtiendo hasta la religión, haciendo de esta una élite de” santos”.

Los Pastores
23 de diciembre de 2010 a las 15:12

El amor cuanto más grande es más se achica. Los bellos y magníficos discursos sobre el amor suelen presentarlo como un acto tan extraordinario que envuelve y condiciona toda la vida. Pero bien dice el refrán que “obras son amores y no buenas razones”. El amor de una buena madre hacia su hijo es incalculable. El amor y la entrega de un misionero hacia su pueblo o comunidad somos incapaces de medirlo con baremos humanos… Pues eso mismo ocurre y mucho más con las actuaciones de Dios a favor de los hombres. El amor que muestra ese Dios-menguante-niño-bebé en Belén rebasa todos lo cálculos humanos. Y el amor entregado de Jesús en la Cruz no tiene precio. Es muy expresiva la metáfora de ese poeta británico para significar el misterio del nacimiento del Hijo de Dios en carne humana. Pero yo la completaría: “El menguante de la infinidad de Dios por el Amor infinito que manifiesta en Belén”. Los pastores

Bernardo
23 de diciembre de 2010 a las 18:56

Gran paradoja esta que Dios se haga tan pequeñito como un bebé y que los hombres, también los que dicen servirlo, quieran ser tan grandes como su ego les pide. Ahí tenemos el mayor Misterio de este mundo (Jungel) y el gran rompecabezas. La no omnipotencia de Dios frente a la prepotencia humana.
Que tengas tú y todos los lectores de este blog una Feliz Navidad en la contemplación de este gran Misterio.

Desiderio
24 de diciembre de 2010 a las 14:02

El que ‘mengua’, el que se entrega, es el que verdaderamente posee el poder. El poderoso de este mundo se cree poderoso porque puede deshacerse del que se entrega, porque no entiende que el verdadero poder no es de este mundo, no entiende que el verdadero poder es otra cosa. Este poderoso de la tierra ve al que se entrega como un pardillo, como un loco, y no como alguien que se posee de tal modo que es capaz de disponer de su propia vida con la vista puesta en unos objetivos que ni siquiera asoma a imaginar. Quizá, el único camino para que este último se asome a imaginar algo distinto de sus esquemas sea precisamente esa entrega del ‘débil’, entrega hasta la negación absoluta de sí mismo, entrega hasta la muerte. A veces pienso que la verdadera forma de ser de cada uno se muestra no tanto en su comportamiento con los ‘grandes’ de esta tierra, con los que triunfan, con los que les van bien las cosas, sino sobre todo con los que no pintan tanto, con los humildes, con los que pasan desapercibidos, y sobre todo con los niños. ¡Feliz Navidad a todos!

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