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Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

4
Ene
2013

Dios, ¿el eslabón perdido de la ciencia?

8 comentarios

¿Podemos considerar a Dios como una hipótesis, que explicaría en última instancia la realidad del universo y que sería la razón oculta que un día dará respuesta cabal a las preguntas para las que la ciencia no tiene respuesta? ¿Es Dios el “eslabón perdido” de tantas explicaciones científicas, una causa que completaría las otras causas que ya conocemos y que incluso seria la causa de las leyes y movimientos que la ciencia descubre? Concebir a Dios como una hipótesis reduce el infinito misterio divino a una causa científica finita y, una vez reducido a lo finito, Dios deja de ser Dios. De existir, Dios se sitúa en un nivel distinto al de la ciencia. Pero entonces, podrá argumentar alguien, ¿tenemos alguna prueba de su existencia? Y si su realidad está fuera del ámbito de las pruebas, ¿no le convertimos en una realidad “sin razón”?.
 

La ciencia no es el único modo de adquirir certezas. Existen muchos canales distintos de la ciencia para conocer, comprender y experimentar la realidad. En el conocimiento interpersonal, por ejemplo, las pruebas de que alguien me ama, aunque resulten difíciles de medir, pueden ser muy reales. Sólo conocemos a fondo a una persona desde la confianza recíproca, y no desde el método objetivador de la ciencia. ¿Quién conoce más al amado, el amante o el analista científico de su cuerpo? Tratar al otro como si fuera un objeto, no es llegar a la profundidad de su ser. Para ello tengo que dejar de lado el método objetivador y dominador, y adoptar una actitud de confianza y hasta de vulnerabilidad. Igualmente, si quiero comprender la emoción que produce la belleza del arte o de la naturaleza, no lo logaré desde una postura puramente analítica y objetivante; comprender estéticamente requiere adoptar una actitud de admiración que me implica en el acto mismo de admirar.
 

Si existe un Dios de infinita belleza e ilimitado amor, no es a base de pruebas científicas como podemos conocerlo, sino desde el amor, la confianza y el abandono interpersonal. Sólo podemos conocer a Dios si nos implicamos en su búsqueda, si arriesgamos nuestro propio ser, si experimentamos un cambio análogo al que hace falta para conocer el amor de otro ser humano. Como dice John F. Haught, “si el universo se halla envuelto por un amor infinito, ¿no requerirá el encuentro con esta realidad última, como mínimo, un actitud de receptividad y la disposición de rendirse a su abrazo?”.

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Antonio López Sernández
5 de enero de 2013 a las 03:24

Lo que nos dice el P. Gelabert es muy importante. Cobra especial importancia sobre todo a partir de las opiniones de Hawking con el Big-Bang y su último libro “El Gran Diseño”. A modo de colaboración, quiero comentar el tema de Dios y la ciencia.
No hay contradicción entre la creencia en Dios y la ciencia. No se debe temer el progreso de la ciencia. Tanto el universo como el mundo sobrenatural provienen de Dios. Y Dios no puede contradecirse, porque es la Verdad por esencia.
Los descubrimientos tanto del micro como del macrocosmos son interesantísimos. Descubren una complejidad y belleza inmensas. Manifiestan un mundo maravilloso. Y esto de suyo nos lleva con más intensidad a considerar la inmensidad inefable del Creador.
Tanto la BIBLIA como la NATURALEZA son “la Palabra de Dios”.
La verdad no se limita a la exactitud de las mediciones científicas. Aunque el texto bíblico repose sobre una información científica superada, no pierde su verdad antropológica y teológica. Sigue siendo un texto revelado.
En cuanto a la fe y la filosofía, se puede decir que aunque el filósofo profundice en temas comunes a la fe y a la razón, no puede llegar a la intimidad divina y a la garantía de la revelación.
En cuanto a las pruebas o mostración de la existencia de Dios, es preciso decir que son pruebas teológicas, no científicas. Dios no es una máquina, objeto de la física. Está muy bien lo que dice el P. Gelabert: “La ciencia no es el único modo de adquirir certezas. Existen muchos canales distintos de la ciencia para conocer, comprender y experimentar la realidad… Si existe un Dios de infinita belleza e ilimitado amor, no es a base de pruebas científicas como podemos conocerlo, sino desde el amor, la confianza y el abandono interpersonal”.
Como decía ayer en un comentario, la vida humana entera es un coexistir en la dimensión cotidiana ("tú" y "yo"), y también en la dimensión absoluta y definitiva: "yo" y "TÚ", que en primer lugar es el Dios de la Revelación. La fe es profundamente antropológica, en la comunión con ese eterno TÚ, Dios. Por tanto, en último término, lo que cuenta, a nivel personal, es ese diálogo comprometido de mi "yo" con el "Tú Infinito". Para un filósofo cuyo Norte sea el Tú de Dios, esta cuestión es un compromiso personal, fecundante, no sólo intelectual, sino que compromete a toda la persona. Y este trato se tiene especialmente en la oración y en la fe vivida como confianza en Dios.
LA FE ES ANTE TODO CONFIANZA EN DIOS. ¡Nos fiamos de Dios! La fe es confianza. No es sinónima de oscurantismo o perteneciente al mundo del absurdo. Sin confianza no se puede vivir.
En nuestra fe nos fiamos de Cristo. No es aceptación de lo absurdo, de lo irracional. Este fiarnos de Cristo, Dios encarnado, es beneficioso para nosotros. Es más: es imprescindible. Hasta el ateo tiene que poner su ilusión en algo o fiarse de algo o de alguien, o de una idea… La actitud atea que descarta toda ilusión o de “un fiarse de” es inhumana.
Es preciso captar el espíritu del Vaticano II: Vivir a Cristo en nosotros. Vivir su mensaje de amor, de entrega. Vivir el Evangelio. Llegar al Padre mediante el amor del hermano. Vivir en esta vida el Misterio Trinitario. Ser mensajeros del amor y la esperanza, viviendo nuestra fe. Ser colaboradores activos en la implantación de la paz. Debemos colaborar en la implantación de la justicia, del amor, de la esperanza, bajo la confianza y la fe en Dios. Así se llega al Dios auténtico.

Segarra
5 de enero de 2013 a las 09:02

Creo que el evangelio de este domingo es un buen ejemplo de que solo encuentran a Dios los que de verdad lo buscan. Que de lo que se trata en última instancia es de la actitud. Los cercanos, los “religiosos”, los cumplidores, los legalistas no son capaces de reconocerlo, solo quien es capaz de mirar hacia arriba, de abrirse a la transcendencia, y de arriesgarse a “ponerse en camino” aunque se esté lejos o se sea pagano. Dios puede ser reconocido a través de la belleza de la creación (ya lo decía el Vaticano I) ¡Menos mal que Dios no es una evidencia! En ese caso todo seguimiento ni sería libre, ni confiado.

La oveja rebelde
5 de enero de 2013 a las 14:29

Según mi entender ha planteado el P. Martín una cuestión que se podría hasta realizar un Congreso, en cuanto a su profundidad. No deseo extenderme con mi comentario, tan solo aportar algo: A Dios se le puede plantear como una hipótesis, pero no lo es ya que Dios es la Verdad (según santo Tomás, la Verdad primera, de la cual derivan todas las otras verdades). Se ha de buscar la Verdad: “Quien busca la verdad busca a Dios (sea consciente de ello o no”, (según santo Tomás). La ciencia puede darnos solamente una verdad parcial pero no total: ya que su método de conocimiento está basado en la razón natural solamente. No tiene en cuenta la razón sobrenatural, ni lo que llamamos conocimiento revelado. En conclusión, se ha de llegar a un “perfectum opus rationis” para llegar a la Verdad total y no parcial.

Marceliano de Garganta y Sauras
5 de enero de 2013 a las 17:30

El conocimiento científico no es el único, pero si el que puede someterse a contrastación o falsación, objetivo y universal. Sobre el conocimiento científico reflexiona la metaciencia o filosofía de la ciencia, que nos habla de las limitaciones y propiedades de aquél.

Muchos son los científicos que han intentado ahormar a Dios en el dominio de la ciencia, sobre todo para subrayar que no pertenece a su quehacer. Y, por cuanto todo lo que existe puede ser objeto de ciencia, concluyen que Dios no existe; su realidad es la del fantasma. Y hacen juegos de palabras con God (Dios) y ghost (fantasma).

Como quiera que los que niegan la realidad de Dios se sintieron desconcertados cuando se les presentaba la distinción entre el porqué de las cosas y el cómo de las cosas (el porqué del Universo y el cómo de la mecanica y dinámica del cosmos)´recientemente han hecho algún esfuerzo por incluir el porqué en el cómo.

Ese es un capítulo sumamente interesante de teología de la creación, que demanda con insistencia que alguien se ate los machos y sepa afrontarlo, si queremos evitar la palabrería seudoteológica y seudoespiritualista.

Por si a alguien le interesa, al hilo de Gelabert, fue George Boole creador del álgebra booleana o lógica matemática que Claude Shannon supo convertir en instrumento de la cómputación, herramienta gracias a la cual tenemos desde ordenadores hasta neveras o coches modernos. Boole fue un investigador matemático inquieto en cuestiones de teología. Heredó ese sentido religioso de su padre John. Había éste construido en sus ratos libres de comerciante un telescopio. Lo colocó en el escaparate de la tienda, con la siguiente invitación: "Anyone who wishes to observe the works of God in a spirit of reverence is invited to come in and look through my telescope". Quien quiera contemplar las obras de Dios con espíritu reverente queda invitado a entrar y mirar por el telescopio. Todo un progrsama para el teólogo.

Francis
5 de enero de 2013 a las 22:41

Dios está al alcance del más humilde y simple de los hombres, de aquel que ni sabe de partículas ni de que las gobiernen leyes, también los hombres cultivados pueden alcanzar a Dios. Es suficiente cerrar los ojos y creer, confiar en que la alegría que nos inunda al creer no es un mero trastorno o una limitación.
Nuestro Dios no puede ser una respuesta inmediata a una pregunta, Él es un misterio: todas las respuestas a cualquier pregunta. Me ha gustado mucho la reflexión del Padre Martín, qué bueno es poder leer cosas así.

Pico y Pala
6 de enero de 2013 a las 10:11

Los teólogos ya llevan muchos años con los “machos amarrados” desde que la ciencia se ha erigió como reina y señora de todas las galaxias y mundos y posibles. Tal vez deberían hacer alguna “machada” Y claro así nos va: “mirando por el telescopio” con mucho pico y poca pala. Caballeros, la ciencia y su método científico no es la panacea, cualquier científico que se precie de serlo sabe de las limitaciones y lo poco que se sabe, pero todos saben “vender la moto” al precio que sea y a Dios en todo caso lo ponemos de tornillo o de clavo y le damos dos mazazos con el martillo y arreglados.

Miaumiau
6 de enero de 2013 a las 11:04

"Sólo podemos conocer a Dios si nos implicamos en su búsqueda, si arriesgamos nuestro propio ser"...
El conocimiento de Dios se puede abordar desde distintas disciplinas, la demostración de Dios pertenece a otro método de acercarse al Misterio.Son vías distintas, el conocimiento empírico y demostrativo, nos lleva a conocer de un modo verdadero, las proposiciones que dan un resultado fiable. El conocimiento de Dios pertenece a otro orden, ahora bien, los modos de conocer, aunque diversos, no invalidan,ni impiden
la verdad.Las realidades tangibles se pueden medir y observar, las realidades no-tangibles, no son observables ; El amor humano,al prójimo no podemos medirlo, pero
el Amor de Dios, comprende y manifiesta la realidad de Su Hijo, por lo tanto la
"demostración" de la existencia, se da, en el Amor de Dios al hombre que nos dio a
su Hijo, La Verdad, por ello hay un corolario que nos acerca, cuando Jesús le dice a Felipe...quien me ve a mí, ve al Padre. Un saludo, y gracias por su Post.

Álex
9 de enero de 2013 a las 15:13

No hay contradicción alguna entre Dios y la Ciencia del mismo modo que no la hay entre el el toro y el centauro. No son comparables de ninguna manera porque el primero existe y el segundo no. En el pasado había que teologizar el conocimiento y ahora hay que cientifizar le teología.
Pero si están tan convencidos de que no hay contradicción entre Dios y la Ciencia, demuestren su existencia de la misma manera que se tuvo que demostrar que era un bacilo el causante de la tuberculosis o que las talasemias tienen origen genético o que la Tiera gira alrededor del Sol.
¿Cómo pueden hablar con tanta seguridad de algo que no se saben si existe y dudar tanto del mundo en el que viven? Eso es lo que ha hecho la filosofía con sus desmanes verbales y sus desprecio por experimentar el y en el mundo. Gracias.

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