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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

30
Abr
2019

Dios ama sin condiciones

1 comentarios
candelabro

Espontáneamente solemos pensar que el amor de Dios es consecuencia de nuestra conversión. Cuando pedimos perdón por nuestros pecados, nos arrepentimos y convertimos, entonces Dios nos ama. Este esquema es inadecuado, más aún, es totalmente falso. Porque Dios ama incondicionalmente y, por tanto, su amor siempre es primero y no depende del nuestro. Dios ama en toda circunstancia, ama a los buenos y a los malos, a los justos y a los pecadores. Y ama a todos con todo su amor. Por eso tampoco es correcto pensar que podemos hacer algo para que Dios ame más.

Decir que Dios ama igual a la víctima y al victimario, al asesino y al asesinado, choca con nuestra sensibilidad. Y también con nuestra idea de lo que debe ser la justicia. Nosotros estamos dispuestos a conceder que Dios ama a los asesinos si se convierten. Y, sin embargo, el Dios que Jesús revela, ama a sus enemigos, a los pecadores. Otra cosa es que esté de acuerdo con lo que hacen sus enemigos. Pero les ama. Eso sí, también les llama a convertirse. Pero la conversión no es la condición del amor de Dios, sino la consecuencia.

Hay dos pasajes evangélicos, entre otros, que muestran eso con toda claridad. La parábola del siervo sin entrañas (Mt 18,23-35), al que el rey perdona una deuda que no podía pagar. Lo primero es el perdón. El siervo no lo merece. Pero una vez recibido el perdón, se espera de él un cambio acorde con el don recibido, o sea, que él también se comporte de forma misericordiosa con el compañero que le debe una pequeña cantidad. Por su parte, Zaqueo (Lc 19,1-10) se encuentra con la sorpresa de que Jesús toma la iniciativa de ir a su casa. Jesús acoge a un pecador, más aún, se hospeda en su casa. Una vez que Jesús ha devuelto la dignidad a ese hombre, entonces viene la conversión: Zaqueo decide no sólo devolver lo robado, sino de entregar mucho más.

La conversión sigue al perdón. Porque el amor de Dios es incondicional y siempre es primero. Ama aunque no nos convirtamos. Cierto, la no conversión es manifestación de que no hemos acogido su amor y su perdón. Pero aún así, Dios sigue amándonos. ¿Cómo es posible no acoger un amor como el de Dios? Ahí entra en juego el misterio de la libertad humana. Es posible pensar que no nos hemos enterado, o que nos hemos enterado mal, debido a nuestra obcecación y a nuestro egoísmo, unido a que, en este mundo, Dios siempre se manifiesta a través de mediaciones terrenas (y, por tanto, ambiguas, susceptibles de ser interpretadas de modos distintos). Quizás entonces el amor divino se manifiesta como comprensión y misericordia.

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Juanjo
30 de abril de 2019 a las 18:01

Casualmente estaba re-leyendo estos días comentarios exegéticos a las parábolas de Jesús y concretamente en el evangelio de Lucas aparece, en la escena de la pecadora pública, que unge con sus lágrimas al Maestro un buen ejemplo de lo expuesto. (Lc, 7,36-50)
A pesar de que la interpretación y traducción de la frase del v.47a puede dar lugar a interpretación creo que su lectura es la correcta; cito textualmente;
"Por eso te digo: sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco». (ὅτι ἠγάπησεν πολύ· ᾧ δὲ ὀλίγον ἀφίεται,)
Un problema inesquivable ha hecho correr ríos de tinta. Hay dos posibilidades de entender 47a:
a) «quedan perdonados sus muchos pecados, porque muestra mucho amor»;
b) «quedan perdonados sus muchos pecados, y por eso da tales muestras de amor».
La conjunción griega hôti puede entenderse de forma causal o consecutiva. La parábola de los vv. 41-43 y la segunda parte del v. 47 («a quien poco se le perdona, poco amor muestra») recomiendan interpretarlo en el sentido de que el amor/agradecimiento de la mujer es consecuencia del perdón que ha recibido.
Y en ese sentido añade un autor como A. Pronzato; "Según el desarrollo de la parábola, sería lógico sacar estas consecuencias: el perdón de la deuda es causa y medida del amor. Cuanto más «agraciado» se sienta uno, más amor demuestra. En una palabra: el perdón precedería y produciría el amor. "
Y luego más adelante se atreve a exponer; "El lector atento Se advierte un contraste entre la conclusión que Jesús saca de la parábola (“Se le han perdonado sus muchos pecados, porque ha amado mucho”) y la dirección del relato en su conjunto, al final del cual cabría esperar, lógicamente, una inversión de los términos: porque se le perdonó mucho, ama mucho.
Este desplazamiento puede significar también que la reanudación de la parábola por parte de Lucas ha cambiado de alguna manera la perspectiva originaria. Es sorprendente además que el contraste aflore también en las dos partes del mismo versículo final (7,47): en la primera, el amor precede al perdón; en la segunda, lo sigue (“A aquel a quien se perdona poco, ama poco”).
La incongruencia subrayada, como se ha dicho, puede ser la pista de una formación trabajosa de la parábola. Pero ahora -en la redacción final- hay que resolver tal discordancia refiriéndose a lo que la parábola quiere expresar: la relación de Dios con el hombre y del hombre con Dios. Es una relación que tiene dos aspectos, ambos verdaderos y presentes en la enseñanza evangélica. El primero, que en nuestro texto tiene sin duda un relieve prioritario, es
que el perdón de Dios precede a nuestro amor hacia él, siendo su motivo y su medida. El segundo es que nuestro amor a Dios es la señal de que su perdón ha sido acogido y entendido y, por tanto, que realmente nos ha alcanzado."

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