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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

28
Nov
2010

¿Del barro al barro? ¡De Dios a Dios!

4 comentarios

Los que no saben de dónde vienen tampoco saben a dónde van. Y los que no saben a dónde van, andan perdidos por el camino. De ahí la gran importancia que tiene comenzar el año litúrgico con la mirada puesta en la escatología, en el final de los tiempos, en la definitiva venida del Señor. Lo repito cada año, pero sospecho que las inercias, las del mundo interesado en que “ya es Navidad en el Corte Inglés”, y las de muchas personas piadosas que ya están pensando en preparar el Belén, dificultan caer en la cuenta del sentido escatológico de estos primeros días de Adviento. Las lecturas de la Eucaristía de ayer orientaban claramente hacia este final de la historia y del cosmos, en el que los creyentes esperan encontrarse definitiva y claramente, sin velos y sin engaños, con Cristo Resucitado.

La ciencia dice que venimos del barro. Y lo dice con buenas razones: el ser humano es el resultado de la evolución de la materia. De ahí, muchos científicos infieren que vamos a volver al barro. Lo dicen porque prescinden de nuestro verdadero origen, unas veces por razones metodológicas y otras por razones filosóficas. El verdadero origen nos lo descubre la fe: venimos de Dios y no (o no sólo) del barro. Para volver a Dios y no al barro. El saber de dónde venimos permite conocer a dónde vamos. Y conocer la meta de nuestro camino, estar bien orientados, saber a dónde vamos, ayuda a no perderse, a reorientarse en caso de desvío y a recorrer el camino con esperanza. Así, la cuestión de nuestro origen se convierte en una verdad llena de sentido, y la cuestión de nuestro fin en la mejor guía para nuestro caminar.

El prefacio tercero del Adviento (que debería utilizarse en estos primeros días), da gracias al Padre, al que califica de “principio y fin de todo lo creado”: todo procede de Dios y todo tiende hacia Dios. Por este motivo “pasará la figura de este mundo”. Nosotros somos peregrinos sobre la tierra. Nuestra verdadera patria, nuestro destino es “un cielo nuevo y una tierra nueva”. ¿Y mientras tanto qué? Precisamente porque sabemos a dónde vamos, estamos preparados para descubrir las huellas y signos en los que el Señor se nos hace presente. Así, el prefacio afirma que este Señor que aparecerá lleno de gloria, “viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento”. Ahora, si de verdad “aguardamos su última venida”, viviremos dispuestos para acogerle en cada hermano con amor y para vivir cada circunstancia con fe.

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Pepe
29 de noviembre de 2010 a las 13:21

Es una satisfacción leerte, un placer escucharte.Bendito sea Dios que nos permite tenerte entre nosotros.Gracias por todos tus trabajos.

Un amigo
29 de noviembre de 2010 a las 21:31

Somos barro en manos del alfarero… El Adviento nos invita a levantar los ojos y mirar al futuro. Pero ¿a qué futuro?... Sabemos que el futuro está condicionado por el presente, por lo que se es ahora. Si uno sólo se siente y vive como fruto de la evolución, es muy posible que su futuro lo perciba como un paso más en el ritmo de la misma evolución. En la liturgia del miércoles de ceniza se solía recordar al penitente: “tierra eres y en tierra te convertirás”. Por otra parte los clásicos de la espiritualidad cristiana –incluido el autor del Salterio- han considerado siempre ser muy conveniente caer en la cuenta de lo poco que es el hombre –“qué es el hombre para que te acuerdes de él, qué el ser humano para darle poder”. Aunque se ha recalcado al mismo tiempo que la criatura humana es un ser con proyección de infinito, con ansias y aspiraciones de infinitud. Nuestro destino es el infinito, el destino hacia el cual corremos en nuestra vida diaria es el bien y la felicidad sin límites. Pero, claro, todo depende de cómo se sienta uno a sí mismo en cada momento y etapa de su vida. Gracias, Martín, por plantear estos temas. Un amigo

lola
30 de noviembre de 2010 a las 04:08

pues si , yo anes tambien pensaba asi. Hay que vivir la navidad de manera suerpura, pero ahora que veo en mi mundo, que ni siquiera saben que es la Navidad, veo la importancia de las pequeñas cosas , que tal vez parecen materiales, poner el Belen , cantar villancicos y celebrar una cena. Por que de esa manera puedes usarla para comentar quien es El y para que ha venido. Estamos partiendo muchas veces de cero, ya nadie sabe quien es Dios, y conocen a otros dioses,

polvo en-Amorado
30 de noviembre de 2010 a las 07:47

La espiritualidad cristiano-ortodoxa nos recuerda el proceso de divinización por el que el ser humano llega a ser a quello que ya Es: Dios-por-participación. Cristificados. Nuestro respiro no está en nuestra nariz, como nos recuerda hoy Isaias.Es Hálito divino.
El catolicismo romano acentua a veces un pesimismo, ajeno al mensaje evangélico. Y el Espíritu Santo vuela con sus dos alas: Oriente y Occidente

Polvo, sí
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