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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

13
Nov
2021

¿Contemplar? ¡Para lo que hay que ver!

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contemplar

Todos vemos y nos enteramos de muchas cosas. Algunas nos gustan y otras nos disgustan. Unas nos afectan más de cerca y otras ocurren lejos de nosotros. De las que ocurren “lejos” (tanto en sentido geográfico como personal) nos solemos enterar por los medios de comunicación. La pluralidad de esos medios ayuda a hacernos una idea más exacta de la realidad. Pero como una de las finalidades de esos medios es vender y hacer negocio, suelen informar de aquello que resulta más llamativo. Y lo más llamativo casi siempre está relacionado con el mal.

El exceso de información no ayuda a sensibilizarnos ante la desgracia ajena y la injusticia. Estamos tan acostumbrados a este tipo de noticias que casi no nos afectan. Y hay muchos motivos para que nos afecten, porque todo lo que tiene que ver con el prójimo necesitado debería despertar nuestros deseos de ayudar. Una prueba de que lo que vemos a lo lejos nos afecta, es nuestra actitud con lo que ocurre cerca de nosotros. Llegamos donde podemos, pero donde podamos llegar hay que actuar.

En este sentido tener los ojos bien abiertos ante la realidad es una actitud contemplativa en el sentido más religioso de la palabra. Si por contemplación se entiende la oración y la escucha de la Palabra de Dios, la contemplación es fundamental en la vida de todo cristiano. Pero la oración y la escucha de la Palabra se realizan en un determinado contexto vital, histórico, social y cultural. Este contexto condiciona nuestro modo de entender y de escuchar. Más aún, si la oración y la Palabra de Dios no tienen repercusiones en nuestro modo de situarnos en la realidad, son una oración y una escucha vanas.

La oración influye en nuestras actitudes vitales y nuestras actitudes influyen en nuestro modo de orar. Oración y vida se condicionan mutuamente. La Palabra de Dios está destinada a dar fruto. Para dar fruto es necesario conocer la tierra en la que cae la semilla de la Palabra. Y el crecimiento de la semilla está condicionado por la tierra en la que se siembra. La Palabra de Dios remueve la tierra que es la vida de cada persona; y la tierra, la vida de cada persona, modela el fruto que da la semilla de la Palabra. No sólo oración y vida, sino también Palabra de Dios y vida se condicionan mutuamente.

Se atribuye a Karl Rahner (aunque hay quién dice que es de André Malraux) la frase de que el cristiano del siglo XXI o será místico o no será. En todo caso, un buen cristiano es un místico con los ojos bien abiertos. O sea, una persona que busca siempre el rostro de Dios, pero consciente de que este rostro también se encuentra en la imagen de Dios, que es todo ser humano. En este sentido una verdadera vida contemplativa está siempre muy atenta a la Palabra de Dios y a los signos de los tiempos, a aquellos acontecimientos históricos en los que está en juego el bien de las personas.

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