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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

22
Mar
2020

Clausura por virus y clausura monástica

11 comentarios
claurusa

En estos difíciles tiempos, en los que, prácticamente en el mundo entero, se recomienda vehementemente que permanezcamos en casa, a algunos les resulta tentador comparar la clausura monástica con la clausura provocada por el coronarirus.

Clausura no es cárcel. Los que viven en clausura tienen la llave de su casa y pueden abrir la puerta y salir cuando quieran. Otra cosa es que haya peligros no deseados al salir. Pero la clausura no es algo impuesto ni forzoso. Los que están en una cárcel desean salir, y no pueden. Los que están en clausura no salen porque no quieren. Es una diferencia muy seria.

Ahora bien, entre la clausura monástica y la que en estos días estamos invitados a guardar los ciudadanos hay una diferencia fundamental. El motivo de estar clausurados en casa es temporal; esta clausura sólo durará un tiempo más o menos largo; cuando el motivo sanitario desaparezca, ya no habrá clausura casera. La clausura monástica es por motivos religiosos y no depende de ninguna otra circunstancia.

Establecidas las diferencias, los cristianos podemos sacar una gran lección de la clausura. Porque, cristianamente hablando, la clausura no es algo propio de monjas y monjes. No es algo negativo, sino muy positivo. Corresponde al principio paulino de no conformarse a la mentalidad de este mundo (Rm 12,2). Clausura es cerrar la puerta a todo aquello que pueda separarnos de Dios. Y, por extensión, a todo aquello que pueda dañarnos, como es el caso del virus. En este sentido, la clausura es algo propio de todo cristiano, e incluso de todo ser humano digno de este nombre: sería un símbolo de las rejas que hay que colocar ante el mal, para evitar encontrarnos con él.

Los cristianos, en la actual situación que nos obliga a permanecer recluidos en casa, podríamos recordar estas palabras de Jesús: “cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. En la vida de todo creyente hay un espacio reservado y separado, que está en función del encuentro con Dios y con Cristo. La clausura anuncia una posibilidad ofrecida a cada persona y a toda la humanidad de vivir únicamente para Dios, en Jesucristo.

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Antoni Enseñat
22 de marzo de 2020 a las 18:22

Muchas gracias por esta aclaración. Aunque algunos cristianos, lo sabemos, otros no por desconocimiento o ignorancia. La sociedad desconoce totalmente ese matiz. Una vez más muchas gracias. Cordialmente

J. Garcia
23 de marzo de 2020 a las 10:48

Entiendo que la clausura es el espacio sagrado donde, y por amor a Dios, nos encontramos con nosotros mismos y lo divino en la oración; y el encierre temporal es un espacio ético y cívico por amor al prójimo, evitando la contaminación nuestra y la de los demás, ya que este virus es tremendamente contagioso y peligroso: amor a Dios y amor al prójimo.

Sor María de Cristo O.P.
23 de marzo de 2020 a las 18:46

Siempre he considerado mi vida como un privilegio de Dios a pesar de las adversidades que muy niña padecí, (ataque de poliomielitis infantil desde los 2 años y medio de edad; y cuando a los 19 años por una milagrosa conversión sentí el llamado a la vida religiosa, tuve la evidencia de mi imposibilidad física, que siempre había sido un reto para realizar mi vida..
Pero tuve la grata sorpresa de ser dispensada y entrar en la Orden de Predicadores en el monasterio más antiguo de América latina en este momento... y creo que nunca me he sentido más libre y comunicada con el mundo e incluso con el universo, cuandp hago la oración litúrgica y personal.
Es un gozo especial poder acompañar a los sufren y también a los que gozan..porque siempre me enseñó el Señor aun sin yo comprenderlo,
la libertad y grandeza del espíritu.

Emilio
24 de marzo de 2020 a las 13:07

Antes de nada muchas gracias a fray Martín por este blog, por sus artículos y a todos los que escribís comentarios.
Una reflexión muy oportuna en este momento. Personalmente siempre me ha gustado más el pensar que se trata de un espacio y tiempo de encuentro con Dios tal y como comenta el artículo. Otra cosa sería las dimensiones de ese espacio y la duración de ese tiempo, pero como también dice el artículo, el creyente necesita de ese espacio y tiempo, no en soledad, sino con Cristo.

Mercedes
24 de marzo de 2020 a las 17:05

El aislamiento impuesto nos va servir entre otras cosas para incrementar la oración tan necesaria en estos momentos .
Siempre nos acordaremos de esta cuaresma : ayuno de sacramentos , oración intensiva y limosna , traducida esta , en un mayor interés por los hermanos a quienes en estos momentos aunque no los veamos , siempre los tenemos presentes .
Sigo la Eucaristía por tv y nunca como hasta ahora , había experimentado tal cercanía con el resto de fieles que la siguen desde sus casas .
Gracias por su blog ¡

Bernabé
25 de marzo de 2020 a las 00:57

Dice fray Martín que "clausura es cerrar la puerta a todo aquello que nos separa de Dios". Creo que me he perdido algo. ¿No quedamos que cada hombre es el templo de Dios? ¿Que se encarnó en un judío llamado Jesús y en todos y cada uno de nosotros? Encerrados en un convento o monasterio se orará y alabará mucho a Dios, pero se cierran las puertas y se separan del Dios hombre, de Jesúcristo, que vive en el hambriento, en el drogadicto, en el que pasa sed, hambre, frío y calor, en el alcohólico, en el desempleado, en el maltratado, en el preso, en los que no lo aceptan (porque a esos también los ama)... para qué seguir. Esos que he citado me parece, salvo error, que no tienen contacto físico con los que viven en clausura religiosa. Ya me dirán, si no hay veto de los administradores. Yo estoy dispuesto a pedir perdón y a rectificar.

Martín Gelabert
25 de marzo de 2020 a las 11:03

Bernabé: gracias por su participación. Si me permite, hago alguna aclaración: 1) poner barreras a lo que nos separa de Dios, no es poner barreras a los seres humanos, sino al pecado, a los malos deseos, a todos nuestros odios y rencillas; y 2) al menos, algunos monasterios que yo conozco, son muy solidarios, no solo porque ayudan a Caritas, sino porque acogen a pobres e inmigrantes, repartiendo medicinas y comida; y, por supuesto, rezando por ellos y por todos nosotros.

Bernabé
25 de marzo de 2020 a las 16:40

Muchas gracias por sus aclaraciones, fray Martín. Las entiendo y lamento si no fui capaz de llegar a lo nuclear, lo sustantivo de su artículo. Tengo, acaso, una sensación de que no hacemos nuestra la frase evangélica de "misericordia quiero y no sacrificios". Ello me desvió del mensaje que trataba de enviarnos. Que el Señor nos bendiga y nos guarde, que nos haga sentir su presencia y nos conceda la paz.

Hormiasl
26 de marzo de 2020 a las 08:08

Extraordinario artículo muy esclarecedor fray Martín

Mayor Thompson
28 de marzo de 2020 a las 19:57

Un hurra por las monjas de clausura.

Borja
3 de abril de 2020 a las 10:38

De una clausura no deseada se puede descubrir el valor de una clausura espiritual, auténtica; porque la hay. La de tant@s religios@s que viven en el silencio y que aunque muchas veces o son ignorados, o no recordados e incluso suelen reciben críticas desde la ignorancia por parte de creyentes como cuando se suele decir aquello tan típico de que la clausura vocacional no tiene ningún sentido.
Lo tiene y mucho.
Es cuestión de interiorizar un poco. Si tal vez, de vez en cuando, nos acercáramos a una iglesia de cualquier convento o monasterio de clausura (que aún quedan y que ojalá pervivan por mucho tiempo porque son auténtico faros del mundo) a hacer un rato de oración y nos alejáramos un poco, solamente un poco, de lo cotidiano, del ruido, tal vez cambiara nuestra percepción del valor de la clausura espiritual. Hacer de vez en cuando un parón en lo que significa el día a día e interiorizar en un@ mism@ en un silencio no obligado, creo que puede ser incluso una buena terapia contra toda esa cotidianidad que algunas veces también suele ser algunas veces un tanto agobiante, creo.
Para estos días de confinamiento, invito a ver una película-documental que vi en su momento en el cine y posterior la he visto unas cuantas veces. A mi me hizo descubrir el valor de la clausura vocacional aunque no me sienta llamado. Ayuda a entender la clausura. La película se titula "El gran silencio" (2005). Director: Philip Gröning.
Cada vez estoy más convencido que no todo es perecedero; no todo es contingente. Hay cosas que también permanecen y ojalá sigan estando porque merecen la pena como los monasterios y conventos de clausura.

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